Son los primeros dias del nuevo gobierno asturiano, en donde la mayoría de consejeros son desconocidos. Personas alejadas del mundo de la política, lo que en principio me resulta agradable.
Es evidente que nadie se lo va a poner fácil a Cascos. El gobierno en minoría estará plagado de obstáculos por parte de las demás fuerzas políticas, más que por el interés de Asturias, que lucharán por el interés de recuperar lo suyo, que son las cuotas de poder.
De todas formas, una de las cosas que más me interesan en esta nueva andadura es la puesta en escena de esa "marca comercial e identitaria" que será Asturias. No es el mejor escenario para hacerlo ni el momento soñado, debido a las dificultades para sacar adelante decisiones de gobierno. Pero siempre he creído, al igual que lo cree Cascos, que la responsabilidad de Asturias en España, en un contexto autonómico de unión, tiene que ser decisiva.
El discurso de Cascos en su toma de posesión estuvo plagado de refencias a la identidad asturiana. Algunos pensarán que eso es nacionalismo. Lo pensarán porque les suena a algo parecido a lo que hacen o dicen en el País Vasco o Cataluña. Ese nacionalismo que pone al borde del abismo la propia estructura de España como país. Nada más lejos. El asturianismo es una raiz mucho más profunda que las raices de vascos y catalanes, pero por contra, nunca ha tenido la necesidad de diferenciarse con respecto a su lugar. Y su lugar, es España. Y en eso tiene mucho que ver la modernidad con la que se aceptan los hechos diferenciales.
La historia de España no se debería de entender si no se comprende la historia de Asturias. A los hechos históricos por todos conocidos debemos de hacer referencia a lo que es el asturianismo. Ni los asturianistas más conocidos en la historia moderna de la política asturiana, tienen algún componente de radicalismo secesionista que les haga parecido con el que tienen otros en otras regiones con voluntad separatista. Ni Jovellanos lo tuvo.
Asturias es España y lo demás es tierra conquistada. Esa frase, ese dicho, esa cita, la paseamos con orgullo los asturianos allá por donde vamos. Y hasta hace unas décadas, en el resto de España, esa cita era referente, era una forma de admitir la importancia de una región que en los años 50, fue la tercera región de España más desarrollada. Era la forma de admitir la importancia de una tierra, de un país, que fue la cuna de la nación.
Los asturianos perdimos esa importancia en los ojos de los demás conforme la clase política propia fue destrozando todos los pilares de reafirmación, de identidad propia, para pasar a convertir la región en un chiringuito de luchas de poderes, muy sumisas a las doctrinas de los partidos centralistas.La ausencia de interés por renovar competencias estatutarias, y la crisis en los grandes sectores productivos nos han relegado a los últimos puestos de relevancia.
Recuperar "el orgullo de ser asturianos" es de momento una idea. La idea de volver a ser lo que hemos sido, a base de políticos valientes, de personas capaces de condicionar toda una política nacional. Eso, evidentemente no gusta. Ni le gusta a los demás partidos que juegan con una baraja de repartos de poder municipal y aceptación de una disciplina central, ni le gusta a los órganos centrales de esos partidos que quieren que las regiones beneficiadas sean las mismas de siempre, y no esperan ni desean que ninguna de las ninguneadas tenga aspiraciones de correr a la misma velocidad o pretenderlo.
El orgullo de ser asturianos no se ha perdido desde un punto de vista personal. Pero desde un punto de vista de interés político sí. Por eso la cita con las generales también será una buena oportunidad para que los astures coloquemos una referencia en el parlamento nacional. Cascos y Foro, intentarán el asalto al congreso y al senado. Si lo consiguen, Asturias habrá dado otro paso para volver a ser la que fue.
Tampoco es que fueran muy conocidos los de los gobiernos socialistas,salvo Riopodre y todo sabemos porque.
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