Esa fue la frase clarificadora de mi madre, al verme echando los hígados abrazado al señor roca.
Hace muchos años, después de beber no sé cuantos chupitos de orujo, a la luz de las farolas de Gabino en la losa, vomité en verde. Ayer, a la luz de las farolas de Gabino y delante de la facultad de Pedagogia, volví a vomitar en verde. En la otra ocasión el color tuvo su explicación. En esta ocasión, no tengo ni puta idea.
El caso es que por delante de mi pasaron dos chavales, de no más de veinte años, y que me miraron de forma extraña y con cierta lástima. Seguramente estarán acostumbrados a ver esos cuadros en sus mismas gentes, pero no en alguien tan talludito.
Y el caso es que repasando lo que bebí, solo fueron cuatro cervezas, tres copas de vino y tres chupitos. En mis tiempos mozos eso no hubiera significado nada. Y sin embargo ayer, la edad no pensó lo mismo.
El de ayer fue el peor día de mi existencia. 14 horas trabajando y con una resaca de tres pares de cojones. No se lo deseo ni a Espinosa.
Pues sí voluminosos cachis desfilando en la juventud y ahora unos chupitos, vasos de pitufo, y puedes acabar a cuatro patas.
ResponderEliminarEs increible. Con lo que aguantabamos.
ResponderEliminarEso de salir corriendo a la una...lamentable...
ResponderEliminarPretestos pretestos...
ResponderEliminarla verdad es que sali corriendo a vomitar. Y la verdad es que después de la primera vomitona,marché pa casa cagando osties. Propongo convocar una asamblea extraordinaria en la calle laurel cuando sea preciso.
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