Es IKEA el sitio donde va todo el mundo a amueblar su casa. Muy mono todo. Encuentras allí muebles de todo tipo por poco dinero, y la mayoría dice, repito dicen, fáciles de montar. Lo que da pie a que sea el propio comprador el que monte la historia en su casa. Todo el mundo lo dice.Tu mujer, tu suegra, tu madre… y todos te dicen que todo es facilísimo y baratísimo.Y todos vamos como borreguinos a ver que ganga encontramos para nuestra pericia. En mi caso ninguna. Y cuando uno no sabe, lo mejor es que no se meta.
Me tiré más de siete horas de montaje con un armario de esos multifuncional, con tropecientos huecos y tropecientas baldas y cajones, que sobre el papel, van todas fácilmente atornilladas. Te lo dice el chaval que te atiende y así parece en instrucciones. Cosa pa tontos, vamos. Pero los cojones. Luego en la practica y como no tengas mucha maña, que es mi caso, es la consecuencia de que uno acabe odiando a los suecos y al IKEA para siempre.
El problema es cuando encima de tirarte tantas horas, te sobra un trozo de madera con dos huecos en el medio, que no sabes donde coño va y que acabas escondiendo en la caja, para que cuando llegue la parienta no tire abajo la obra de la que te sientes orgulloso e incluso le sacas hasta una foto para enseñarla. Y encima de que lo montas mal o de manera incompleta, llega ella y ve allí, justo dónde sólo las mujeres alcanzan a ver, un detalle, una puta imperfección de la madera de los huevos que hacen que digan esas cosas que a mi me revienta: “hay que descambiarlo”. Una muesca del lateral exterior del armario, que yo no ví y que tampoco es para tanto, pero que a ellas les parece un mundo.
Porque no lo van a descambiar ellas, no. No creáis que ellas van a poner la cara. Eso es cosa del pringao del marido o del novio o del amante. Y una vez con el nuevo artilugio después de descambiarlo, otra vez a montarlo. Y en mi caso, tardar más o menos lo mismo que con el anterior, cuando en teoría tenía que retener los pasos y acortar el tiempo. Pero no, en mi caso no. Y volviendo a esconder esa pieza que me vuelve a sobrar y que en las instrucciones de los cojones no la veo por ninguna parte. Y que no sé qué coño es o para que sirve. Como no sea de reserva de algo, ni idea.
Por eso, puede afirmar y afirmo que no vuelvo a pisar el IKEA ni borracho. A tomar por el culo.
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