La poca Esperanza que había de tener alguien más o menos claro y decidido a reformar el país, aunque sea en contra del poder político, se va.
Esperanza Aguirre dimite aquejada de las secuelas de su enfermedad y también harta y agobiada de tanta incompetencia de su partido.
El desprestigio a las víctimas del terrorismo, las nefastas medidas que Rajoy está tomando en materia económica, las mentiras del señor Rajoy incumpliendo un programa electoral, y las complacencias con terroristas e independentismos, seguramente, habrán podido más que el propio cáncer.
Nos deja una señora de los pies a la cabeza. Gran política, buena gestora y poco dada a seguir doctrinas de partido. Y eso que no se confunda con la elegancia de no tirar de la manta a la hora de irse.
Los mediocres hoy tienen un buen día. En este país pasa a menudo.
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