domingo, 30 de septiembre de 2012

Manifas

Alguien dejó caer la idea de que no hay cosa más estúpida que una manifestación pacífica en una sociedad donde el valor del voto es puramente contable cuando hay unas elecciones. Es más o menos verdad. Es un ejercicio ciertamente inútil.

Los políticos suelen hacer llamamientos a la calma cuando ven a la gente movilizarse. La calma es sinónimo de borreguismo. Pero existe también otra impresión errónea, fomentada precisamente por esos grupos de extrema izquierda aborregada, que piensan que las manifestaciones no son más que un momentazo para tirarle piedras a la policia, al poder y pasar un buen rato emulando cuaquier videojuego de ostias.

Nos encontramos pues dos ejemplos del adefesio social en el que nos movemos. Tan estúpido es levantar unas manos o hacer una sentada pacifica, o tocar tambores y tocar la flauta en una manifa, como liarse a palos con los fcuerpo y fuerzas de seguridad del estado, que solo por eso, merecen el respeto.

Patear a un polícia que parece un Robocop mientras un montón de necios de extrema izquierda lo jalean, es la repugnancia y la excremencia del mundo en el que vivimos y al que vamos.

Ni un polícia se merece tal desprecio ni un político se merece tal defensa.

Pero por eso mismo, las manifestaciones deben ser redirigidas en su verdadero valor. Una manifestación pacífica es una solemne estupidez. Y una manifestación violenta es un ejercicio de extremismo y radicalidad execrable.

El termino medio siempre estará en las urnas. La indignidad de los indignados se refleja a la hora de votar. Si el Psoe o el PP o IU o el otro o el de más allá, siguen administrando las mismas cuotas de poder y representatividad, es porque la gente confunde la rebeldía con el hecho de la manifestación. No hay que manifestarse, hay que votar. Y votar la rebeldía.

Eso es lo que más les joderá.

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