Ser hombre no es una tarea fácil. Y no serlo, tampoco.
Una pareja. Ella bastante engalanada y pomposa (por cierto un culo abombado realmente espectacular. Sin duda mucho mejor de culo que de cara) y el un niñato con aires de mordenillo y piercings incrustados en su extraño y picassiano rostro (más feo que pegarle a un padre). Ambos se sientan a cenar.
Nadie dudaría que les esperaba una cena con velitas, miradas de "cariñito, te quiero" y rostros embelesados mientras un buen vino empapaba sus labios.
Pero un factor inesperado surge de improvisto. Una rubia espectacular, alta, hermosos ojos azules, poco maquillaje, una especie de Susana Grisso en su versión jóven y perfeccionada. Al sentarse su trasero curvilíneo adopta una forma incitante. Pasados unos segundos el vaquero ajustado se desliza y aparece un tanga violeta en escena remarcando unos gluteos perfectos y definidos.
El chico lanza miradas furtivas, medio despistadas. Al final la tentación vence a la corrección y la mirada se paraliza unos instantes. Seguramente en aquel momento si viene alguien y le coje del aro y le arranca la oreja hubiera sido insensible al dolor. Igualmente si un gimnasta dimininuto ejerciera sus ejercicios en dichos aros pondría la mano en el fuego que no se percataría de dichos equilibrios.
La chica que le acompaña lo mira con cara enfadada y sin decirle nada se lo dice todo: ¿Estas cenando conmigo y tú mirandole el tanga a otra?. Hubo varias cazadas más y miradas asesinas por parte de su acompañante.
La cena duro poco. El mirón o aprendiz de voyeur, abandonó rapido el barco y ella con gesto enfurruñado se fue sola un poco después maldiciendo los tangas minúsculos y picarones que monopolizan las miradas y dilatan las pupilas en un éxtasis visual y sensorial inigualable.
Cuesta centrarse un huevo. Que digo dos. La puedes querer, adorar, que si por delante de ti pasa un cuerpo perfecto, mostrando algo de esas cosas que enseñan tan sugerentemente, te quedas embobao. No sé si por instinto o por salidura crónica.
ResponderEliminarMe solidarizo con el chaval, aunque seguramente la mejor manera de mostrar arrepentimiento, es coger a la novia y echarle el polvo de su vida. Ni se acordará del tanga de la otra.