viernes, 15 de octubre de 2010

24 fotogramas por segundo

Esa es la velocidad de proyección, aunque nunca es exacta. Hay películas que van más aceleradas y otras menos, depende del estado de la maquinaria. Pero ni el ojo ni el oído lo notan. También en animación la velocidad de proyección es más rápida.

24 fotogramas y ocho perforaciones por fotograma. Eso será historia dentro de poco. Será historia de coleccionistas aquellos fotogramas originales de películas como casablanca, ciudadano kane, apocalipsis now, 2001 odisea..., mistic river, el padrino, érase una vez en américa...Serán historia los montajes por bobinas, las pegatinas scope, las empalmadoras, las bobinas... pero no serán historia las historias de cine.

Desde arriba se observa. Una chica baja las escaleras de una sala, para ir al baño o a comprar palomitas, creyéndose en compañía solamente de su novio, sentado en las filas de arriba. La gracia, los años, el puterio, las hormonas o lo que sea, la hacen levantarse la faldita para hacerle la broma al novio mientras desciende las escaleras. Cree ella que sólo él observa su bonito culo y ese tanga de color oscuro. Pero no, mi memoria visual retiene el momento y ahora os lo cuento porque también es parte de la historia del cine.

Otro día un hombre se acerca a mi. Me pregunta por películas, buscando mi consejo. Él sabe más que yo. Me nombra directores de los cuales no sé nada y películas que jamás he visto. Yo sigo la conversación, aparento estar a su mismo nivel pues el hombre confía en mi. Al siguiente día vuelve a buscarme y se alegra cuando me ve. Poco a poco entamamos amistad. No sé como se llama ni a que se dedica, hasta que un día alguien me dice que me he hecho amigo del fiscal general de Asturias. Que no es que me vaya a sacar de pobre, pero ya se sabe que amigos hay que tenerlos en el infierno y en la judicatura.

Otro día una mujer compra una entrada para "Amor con preaviso". Y al día sigueinte otra. Y al otro, otra. Y así hasta más de veinte veces que se tenga constancia. Hasta que un día se da cuenta de que los demás nos hemos dado cuenta.Y es entonces cuando decide cambiar su entrada en taquilla para otra película. Creyendo
despistar al personal, se va por el pasillo buscando la sala y cuando llega a la altura de la sala donde proyectan "Amor con preaviso", se mete en esa sala. Nunca más se la volvió a ver después de ese día.

Otra mujer suele ir  media docena de veces por semana al cine. Siempre viste igual, ya sea verano o invierno, llueva o caiga una nevada de cagarse. Lleva unos legins oscuros, un poncho blanco, pelo rizado y una diadema. No parece estar muy bien de la cabeza, pero se gasta una cantidad de pasta que ya de por sí justifica que aplaudamos su locura y que le extendamos imaginariamente una alfombra como la princesa del palomitón.Ella entra en la sala, se situa siempre en las filas superiores y cuando la luz se apaga y el xenón proyecta una historia, ella se quita el poncho y se queda en sujetador. No sé si el mismo sujetador de siempre.

Un día alguien se queja. Se queja de que unas veces las películas ocupan la pantalla entera y otras veces no. Uno se esfuerza por decirle que eso depende del formato de rodaje de la película. Él no lo entiende o no lo quiere, o no le interesa entenderlo, y exige que le devuelvan el dinero. No se le devuelve nada.  A los pocos días me entero que ese tipo es cineasta, cortometrajista y uno de los organizadores del festival de cortos de Gijón.

El cine proyecta historias pero la verdadera historia de cine está en el propio cine. Allí donde el cabinista alcanza a ver, donde el acomodador dispone o donde la taquillera cuenta.

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