Hace dos meses estuvieron cerca de cesarle. De hecho si Marcelino García Toral hubiera dicho que sí aquella tarde, hoy Preciado ya no sería entrenador del Sporting. En aquel momento pensé que era lo mejor cesarle. Pues de Preciado me reventaba y me revienta esa manía compulsiva y obsesiva que de vez en cuando tiene de revolucionar los equipos y descompensarlos. De hecho, gran parte de las rachas negativas del equipo vinieron por enormes desajustes de rotaciones sin sentido y cambios que debilitaron el equipo.
Pero hay un detalle por el cual el efecto Preciado es tan alargado como imprescindible. Es un tipo que exige el 120% a cada jugador sobre el campo. Y si no lo dan, no juegan. Sea más bueno, más alto o más guapo. El esfuerzo, el sacrificio y la unión colectiva prima sobre el fútbol que pueda hacer el equipo. Y aunque los partidos del Sporting suelan ser poco vistosos u horrorosos por lo general, si son todo un ejemplo de superación, esfuerzo y sacrificio.
Preciado le acaba de dar una hostia sin piedad a la soberbia del Mourinhismo y al madridismo más chulesco. Tenía que ser Preciado el que bajara a la tierra de la humildad al técnico luso. Y lo hizo. Sufriendo, rozando el milagro, pero es que estas victorias son las que más se saborean.
Es casi seguro que Preciado no va a seguir en el Sporting el año que viene. Se va a romper el idilio de forma amistosa, para precisamente dejar la puerta abierta a otro próximo y futuro reencuentro. Lo que está claro es que la historia del Sporting ya tiene tatuada el nombre de Preciado como parte de ese amor/odio que todo personaje con carácter y personalidad deja de huella allí por donde para.
Pase lo que pase, muchas gracias Preciado.
No sabeis la suerte que teneis de tener a un tipo como preciado.
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